La historia de Cuba tiene un gran mito: José Martí. Lo es porque en él se sintetiza de modo ejemplar una larga legión de héroes, próceres y pensadores de un siglo de hechos e ideas que revela el carácter singular del proceso cubano y lo sitúa como la continuidad histórica, a finales del siglo XIX, de la epopeya independentista de nuestra América iniciada a comienzos del mismo siglo.

En estos tiempos su ideario está mas latente que nunca, su pensamiento contituye un paradigma y una guia para los pueblos del mundo.

Para el Apóstol, el carácter se alcanza con la armonía en lo individual entre la inteligencia y el modo que orienta y alienta la voluntad. Señalaba que “el hombre es la fiera educada”; aseguraba, además, que era un ser excelente que podía ponerle riendas a la fiera de forma que adquiriera la más alta categoría humana. El carácter “es el denuedo de obrar conforme a la virtud”. Lo más importante desde el punto de vista filosófico y más revolucionario en el orden político y educativo es que esta aspiración de nuestro héroe no la divorcia de la naturaleza, sino que la fundamenta en ella y la exalta a un plano superior de la escala universal que “cuando falla, de nuevo empieza”, como dice en su poema “Yugo y estrella”.

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